viernes, 16 de diciembre de 2011

Dulce soberbia

Aún no me has conocido, nunca fuiste capaz de hacerlo…  soy yo envuelta en locura, embalada con mi más chispeante persona que ahora no me deja sola.
Me liberaste de tanta espera, tanto machaque que aquí me tienes ahora más tenaz y vigorosa que nunca.
Dame la palabrería que yo te pongo el sentimiento y te explico para que puedas entenderme mejor.
Sólo en sueños bailare vals, sólo dormida experimentaré la vulnerabilidad de alguien frágil y sumiso  en quien me convertí por poco tiempo, el lloro entre tus sábanas de franela, la tensión de los silencios, la incertidumbre… Sólo dormida.
Ahora me pareces otro, otro más cruel y frío, pero a la vez más sencillo visto desde mi lugar, somos demasiado iguales como para no entenderte querido bohemio.
Me enfundo en pasiones buscando encontrar un enigma que me desnude, que me libere. Un fuego desconcertante, que arde, hierve y quema, ¡loca!, el amor gotea entre mis dedos mientras que el calor invade mi cuerpo y lloro de emoción  por cada poro de mi piel. Ahora es cuando siento, cuando consigo experimentar las más intensas sensaciones de presión y dolor, gozo y satisfacción…como ya te dije una vez: placer sobre placer. Abrumador sentimiento de deseo que me lleva a arrancarte la piel a jirones, que me lleva a odiarte a la vez que amarte, contradicción de sentimientos  que se  me meten por las venas de abajo hasta arriba recorriendo cada recoveco de mi cuerpo y enjuagándome los ojos cada vez que subo a esa nube.
Dulce soberbia que me hace levantar la cabeza.
He vuelto.

1 comentario:

  1. LA LOCURA DE LOS VIVOS

    Hay para mí solamente dos tipos de personas en el mundo si los clasificamos por la forma de sentir ante la vida. Los vivos y los muertos. Esta distinción me parece que está incluso por encima del sexo de cada persona.
    Los segundos, los muertos, paran el despertador por la mañana, van a trabajar si pueden, acuden renegados pero puntualmente al gimnasio, se encuentran con su pareja, cenan, ven la tele mientras mastican para no hablar mucho, conocen cada noche de la semana lo que ponen en la tele, con un poco de suerte de vez en cuando hacen el amor a oscuras, no muy largo, aséptico, razonablemente satisfactorio para ambos. A final de mes se ven satisfechos si tienen algún dígito más en la cuenta corriente a pesar de su hipoteca. Se excitan cuando pueden comprarse una tele mas grande, o un coche nuevo, o van de vacaciones a Matalascañas. Nunca dudan de su pareja, nunca dudan de nada, siguen el camino recto, son bien considerados por sus padres por ser económicamente independientes, tienen la vida hecha y marchan con el piloto automático. A los 30 ya tienen su primer hijo, lo que les permitirá despreocuparse de su pareja considerablemente por el resto de su vida. No conocen la infidelidad, el amor extremo, el dolor intenso, la depresión, la soledad, la ansiedad, la euforia desmedida, los actos irracionales, el deseo hiriente, el fuego, las cenizas, el resurgir, el odio, la bipolaridad, las lagrimas durante el sexo, la perversa excitación, las dudas, los lamentos, la hira, la hiel.
    Conocen la calma, la estabilidad y la amable compañía, la seguridad de la rutina y el orgasmo fácil, la monogamia, la exclusividad impoluta. No quieren ni oir hablar de intensidad, no va con ellos. Ellos maduran, no sufren, no dudan, no lamentan, no se equivocan, no hacen daño, no son dañados, no están en el juego, no experimentan el dolor ni el vacío, pero tampoco el fuego del infierno ni el carma del paraíso. No sienten.
    Tú y yo estamos vivos.

    Las tempestades de la vida a veces te hacen desear estar muerto. Las personas pueden cambiar de sexo, pero no de alma.

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